De ese tiempo han pasado ya treinta años, la
madurez y experiencia que deseaba adquirir ya está en cada una de es células,
estoy segura que he conseguido construirme como una mujer independiente y
crítica. Sin embargo, no he dejado aún
de fumar.
Cada año, es uno de los tantos propósitos que no se cumplen, siempre se pospone para el siguiente. Pero ocurrió algo que considero positivo; fotos espantosas en las cajetillas de cigarros.
Debo aclarar que no alcanzo a distinguirlas,
pero mi hijo me las ha descrito y pienso: “Sería muy penoso que me pasara algo
así, no poder comer, cerrar la boca, estar imposibilitada para hablar”.
A mi mente llega aquél hermoso tango y
siento una tristeza infinita. No debemos
fumar si no queremos tener alguna enfermedad horrible.