lunes, 11 de mayo de 2020

10 DE MAYO DE 2020: PRIMERA CELEBRACIÓN DEL DÍA DE LAS MADRES EN SOLEDAD. A MI HIJO EMILIO Y MI MADRE MARÍA TERESA


La pandemia del COVID ha trastornado la vida en el mundo; ayer, Día de las madres, las familias sufrieron la imposibilidad de unirse para festejar a “las más grandes de la casa” pero lograron mantener el vínculo afectivo a través de mensajes, videos  o llamadas telefónicas.
   En mi caso, esto fue imposible.  A partir de la segunda mitad del año 2019 sufrí dos tragedias, los sensibles fallecimientos de mi madre y de mi único hijo.
   María Teresa Camarillo, que así se llamaba mi madre, fue una mujer sana durante 78 años en los que compartió con todos su fortaleza de carácter y entusiasmo hasta que la diabetes la consumió en cinco años. 
      La despedimos con resignación pues había vivido 83 años y, aunque doloroso, su deceso coincidía con su edad.  No nos extrañó, aunque sé que se hubiera logrado un tiempo más de vida si  hubiese tenido una atención médica más profesional a la que ella se resistía.
   Este fue el primer Día de las Madres que estoy huérfana.
Unos meses después y de forma sorpresiva, mi hijo murió.   No sé la  razón, pero un día de repente ya no estuviste.  El primer sentimiento fue temor, antes y luego, cuando me enteré, fue rabia como consecuencia del terrible sentimiento de abandono e impotencia.  Quería estar sola, entender lo ocurrido y tratar de aclarar mis ideas que, creo, golpeaban ferozmente el interior de mi cabeza. 
   No sé cómo ha sido desde entonces, vivo porque respiro, porque sé que debo estar bien pero  no me  he convencido aún de ello.  A veces quisiera salir corriendo y perderme, pero no me atrevo. 
   Miro tus fotografías, recuerdo momentos, instantes en los que reímos y disfrutamos  de cosas insulsas, ambos reíamos por simplezas.
He  deseado ir contigo, pero sé que aún no es mi tiempo, que yo debo vivir otras experiencias para trascender y alcanzarte allá, donde está tu alma.
   Ayer fue el primer Día de las madres sin ti.  No puedo decir cómo me sentí porque estuve ausente de lo que significa el día.  Ahora soy una madre despojada, ya no estás aquí pero yo te llevo conmigo.  Imagino qué hubiéramos hecho aquí en el aislamiento  ayer, lo que habríamos platicado, reído, escuchado, preparado… ¡Cuánta diferencia a lo que viví en este mundo sin ti!
   Cuando una mujer concibe, cría y acompaña el desarrollo de sus  hijos, el mérito es de ambos; la madre se convierte en tal en tanto el hijo hace lo suyo en relación recíproca, ambos son fundamentales en la relación y cuando una madre se queda sin hijo, hay un vacío enorme, un profundo silencio alrededor, no se volverán a decir las palabras que nos unían y que hacían referencia a nuestra infinita relación.  Digo infinita porque aunque no esté presente, lo llevo conmigo, pero en silencio.  Su voz calló desde aquél viernes maldito. 
   A veces trato de imaginar  los escenarios con él vivo, suponer qué es lo que haría ante diferentes circunstancias cotidianas, personales y sociales, apelo a mi memoria para recrear en mi mente lo que conversaríamos, la manera en la que me demostraba su amor, su mirada, sus palabras, sus lecturas, sus inquietudes.   “Seguramente ya tendría otro tema de interés”, pienso con frecuencia y me inunda la curiosidad y no logro intuir cuál sería.
   Emilio ansiaba ser escritor y lo era, pero no tuvimos la iniciativa para  enviar sus textos a una editorial; tal vez no le alenté para  dar el paso.  Recuerdo que me leyó unos cuentos de su autoría, yo me sentí orgullosa y, afortunadamente, lo expresé.  Solamente me quedé en eso, en decirle que le admiraba. 
   Desde octubre de 2019 recibo el apoyo tanatológico.  Me ha servido mucho, ya no lloro tanto, ya no sufro pero el dolor no desaparecerá.  Afortunadamente tengo un gran compañero de vida,  muchas amistades, sinceras que, al igual que mis hermanos, primos  y tíos,  me han brindado su tiempo, su escucha y su cariño.  Yo lo agradezco infinitamente porque sé que no estoy sola en mi soledad. 
Por eso, madres que aún tienen a sus hijos  vivos  en este mundo, les sugiero que los disfruten cada  día, que disfruten con ellos de la simpleza que nos ofrece el tiempo, que el quehacer diario, la preparación y bebida de un café, la ingestión de alimentos, el camino a la tienda, al parque, o a cualquier lugar, lo disfruten cuando vayan con ellos, que experimenten la alegría que nos proporcionan los hijos por el simple hecho de poder estar con ellos en presencia.