domingo, 31 de enero de 2010

UN GRAN FIN DE SEMANA.


    Alejandra estaba segura que a sus alumnas les encantaría la actividad, todo lo tenía dispuesto, el grande y colorido libro de lecturas, las hojas con ilustraciones acerca de la lectura para resolver, el periódico, las tijeras, los plumones y los colores...  Solamente faltaban ellas, las dos niñas de 5o. grado que acudirían para recibir el apoyo.

   Cuando por fin llegaron, se hizo tangible la posibilidad de una gran experiencia, pero fue necesario preparar el ambiente, es decir, conocer qué es lo que las niñas esperaban de la clase del día para poder inducirlas hacia el trabajo; la maestra dio inicio al intercambio de información y preguntó:

--¿Qué harán en este largo fin de semana?

   Una de ellas, catalogada por sus compañeros como "tímida y quejumbrosa", respondió:
--Iré a comer con mi mamá y mis hermanos, porque será su cumpleaños.

   Alejandra, que procuraba estar siempre al pendiente de la situación familiar de los alumnos, pensó rápidamente acerca de la familia de la niña: el padre está pensionado, la mamá trabaja de afanadora, viven en una casa en la que habitan varias familias emparentadas...

--¿A dónde irán a comer?
--No sé.  Mi mamá hizo una fiesta el año pasado, pero ahora no quiere porque está enojada con mi papá porque me pegó en la cabeza.

   De nuevo pensó rápido: un golpe en la cabeza cuando tenía seis años, fue cuando tuvo la conmoción cerebral y a partir de ahí se presentó su dificultad escolar.  La menor prosiguió:

--Mi hermana le dijo que me había pegado y eso le molesta a mi mamá.
--¿Y por qué te pegó?
--Porque yo le digo las cosas a mi mamá, además también le pega a ella.  Le fracturó el cuello y hace una semana le quitaron el collarín.
--¿Cómo fue eso?--preguntó la maestra, mostrando un interés que encubría horror e indignación.

--Mi papá se enojó porque mi mamá no estaba en su trabajo, pero es que ella hace mandados; después, cuando le preguntó mi abuela, mi mamá dijo que ella sí trabajaba.  Entonces, mi papá la aventó y ella se golpeó cuando cayó, con la cama.

   La maestra, angustiada por el futuro de las niñas, les dijo:
--Esas son situaciones que no debieran darse en las familias, pero existen y tu mamá tiene sus razones para no terminarlas, pero ustedes deben cuidarse y cuando sean mayores, no permitir que ningún hombre les quiera golpear.

   Entonces, la otra alumna, Lourdes, dijo:

--Por eso se fue mi papá a Monterrey.  Le pegó a mi mamá y para no volver a hacerlo, se fue.
   Después de esa conversación y de la liberación del silencio de las niñas, se inició la actividad, pero el objetivo de la clase se modificó diametralmente.

   Por su parte, Alejandra pensó acerca de lo que se debería cambiar en la vida de las personas para cortar de tajo con las prácticas violentas y discriminadoras, prepotentes de aquéllos que poseen la fuerza física.  El poder moral y los valores tendrían mayor peso que un golpe... ¿Cómo conseguirlo?