domingo, 8 de noviembre de 2009

AMISTAD




Una compañera del trabajo nos mostró un vídeo que me emocionó de tal manera que aún no puedo creer que haya quien desprecie a los animales.  Era el de un león que abraza con tanto cariño a quien lo cuidó.

   A partir de la explicación que me dieron en ese momento acerca del contenido del vídeo, me asaltó una inquietud enorme y llegue a la casa a buscarlo y a verlo con detenimiento...

   Debe ser una experiencia fenomenal la que vivió la mujer, pues no solamente se trata del cariño inmenso del león, sino la docilidad que refleja ante ella.  Este hecho me hace recordar el libro "El Principito", cuando domestica al zorro y al despedirse de él, el animal llora y sufre por la ausencia de su amigo.

   Yo creo que las amistades, cuando se consolidan a partir de una actividad complementaria originada por un interés común, como en este caso fue el cuidado de la salud del león, crea una dependencia mutua en el aspecto afectivo..  

   Cuando murió mi mascota, yo sufrí mucho y me recriminé incansablemente por no haber dado la importancia debida a su estado de salud.  Perla había sido una perrita enfermiza, le habían tenido que intervenir dos ocasiones porque se le obstruía una glándula, pero era tan alegre y tan cariñosa, además de valiente, que no se quejaba de dolor alguno y procuraba estar siempre alegre para mí.

   El último fin de semana fue un martirio para las dos, ella no quiso comer y entonces me dije: "algo le pasa", pero era jueves y aún debía trabajar.  El viernes se levantó como siempre, me acompañó mientras me arreglaba para salir rumbo al trabajo y a mediodía, cuando llegué, me recibió pero sin hacer cabriolas, como acostumbraba.  Pedí que la observaran, si comía, si hacía ruidos, si ladraba y me fui de nuevo.

   El sábado Perlita estaba peor, casi no podía caminar, sus ojos se veían más grandes y me miraban suplicantes...  La llevé con la veterinaria, quien la tuvo en observación y le puso suero y vitaminas; un par de horas más tarde me la entregó.  Yo la estuve cargando, acariciando, hablándole, pidiéndole que fuera fuerte y que no se dejara vencer... y ella me miraba.

   Fueron horas interminables las que pasé abrazando a mi perrita, intentando darle hierro, calor y aliento a través de mis palabras hasta que, finalmente, quedamos dormidas.  La había envuelto en un chal que tejí para mi uso personal, que es calientito y suave, como era ella.




   El domingo, apenas podía levantar la cabeza; la llevamos entonces a otro médico quien, al verla, le volvió a poner suero de inmediato y dijo que se debía quedar internada.  Le di un beso y me despedí de ella.  Murió a las pocas horas, en la soledad del consultorio.  Al día siguiente, después de recibir la llamada, nos dirigimos hacia el consultorio veterinario y solicitamos que la cremaran.  Mi querida Perlita está ahora con nosotros, pero ya no ladra, ni hace cabriolas, ni corre, ni brinca, ni me hace cariños y yo la recuerdo con una gran emoción y un cariño aún mayor.