miércoles, 3 de marzo de 2010

ESTO DE LA INCLUSIÓN Y LA INTEGRACIÓN, ES UNA BARRERA PARA EL BUEN FUNCIONAMIENTO.

A lo largo de los años la realidad se ha maquillado a través del uso del lenguaje.  El paso de un vocablo a otro que, en esencia, implican lo mismo ha entorpecido el curso de las cosas.
   En materia educativa, estas sustituciones de signos han trastocado el curso ascendente --que es como se debería seguir-- de la educación, la calidad y la integración social de los sujetos que presentan una deficiencia.
   Recuerdo que hace veintitrés años, cuando hice mi rehabilitación en la Escuela Nacional para Ciegos, los alumnos se molestaban si alguien les decía "invidentes", se irritaban a tal punto, que contestaban acaloradamente_ "soy ciego, no invidente".
   El día de ayer por la mañana  recibimos la visita de la directora de la Unidad y del supervisor de la zona escolar, llegaron para  cuestionar, en primera instancia, nuestro interés por el futuro de una compañera de trabajo; después, la directora, que es psicóloga de formación, nos informó que las pruebas psicométricas no se deben usar ya porque "sólo sirven para etiquetar", entonces expresamos nuestra posición contraria, es decir, a favor de las pruebas psicológicas porque nos pueden informar acerca de las áreas fuertes y débiles de los alumnos y entonces se pueden plantear mejores actividades y experiencias educativas.  Comenté acerca del caso de un niño que cursa el 1o. grado (en el turno vespertino) y cuyo desempeño me hace suponer que se trata de un niño sobredorado y que, por lo tanto, requeriría que se le aplicara el WISC.    La pregunta del supervisor me indignó: Y para qué te va a servir el WISC?  Entonces, molesta, contesté al tiempo que dibujaba en el aire: "Por la campana de Gauss, nosotros trabajamos con los extremos, los que no pueden y los que pueden de más". 



   
La discusión fue larga, se habló acerca de que habían presentado el nuevo modelo de atención a los supervisores de educación básica regular, como forma de respuesta a la pregunta de una compañera:  Cómo le hago con una niña que no atiende y no  sigue instrucciones por sencillas que sean?".  Y la pregunta de la otra compañera: "Usted me está diciendo que la niña que es impertinente, que no puede comprender instrucciones sencillas, que no rescata información de los textos que le tenemos que leer está bien, entonces si ella no tiene las barreras para el aprendizaje y la participación, ¿la barrera la constituye el grupo porque no se deja agredir?"  Yo le lancé otra pregunta en respuesta a la aseveración de que "hay varias formas de trabajar con los padres de familia": ¿Cómo puedo abordar a una madre cuyo hijo presenta una conducta inadecuada en extremo, la misma señora con quien intenté llevar a cabo un taller al que no asistió y que, por último, en diciembre le proporcioné un libro con la finalidad de que lo leyera durante las vacaciones junto con su hijo y que, por supuesto, no lo hizo?  Y cuando le dije a la señora si el hijo mandaba ella respondió que sí.  De nuevo, el rollo.
   Lo que constituyó un momento de esparcimiento fue cuando dijo que las discapacidades habían desaparecido porque ahora tenían una connotación social --que han tenido desde siempre--.  Entonces, haciendo una expresión de asombro e ilusión, le dije:”Hágamela buena, maestro.  Hace veintitrés años que no veo mis pies.  Qué emoción, voy a volver a verlos".
   Lo anterior constituye el relato de la manera en la que se dan las interacciones con los "especialistas" que pretenden tapar el sol con un dedo.  A las cosas hay que llamarlas por su nombre.