Existen, como lo he señalado antes, múltiples dichos que retratan
a la perfección situaciones cotidianas. Hace dos días acompañé a mi mamá
a una revisión oftalmológica. Aprovechando el viaje, pensé que sería bueno
saber cómo iba evolucionando o mejor dicho, involucionando mi capacidad visual.
El consultorio, ubicado en una clínica cuya apariencia es la de una casa
antigua, se halla en la zona norte de la ciudad de México. Es una colonia
vieja, tranquila, aunque transitada. Casi no hay gente deambulando por
sus calles, pero sí una vorágine de automóviles que impiden el cruce de una
acera a otra. Pues bien, caminando tranquilamente por las calles,
comentando acerca de la belleza de la colonia, de su tranquilidad, escuchaba
los relatos maternos acerca de los años de infancia y juventud transcurridos
por esas calles... Me sentía contenta y mi reacción fue la de buscar un
acercamiento mayor a mi madre, lo que provocó que perdiera la distancia para
caminar, así que al llegar a una rampa --lo que constituye una violación a la
legislación de la arquitectura de casas--, tropecé.
Mi madre, apenada, intentó disculparse pero de inmediato le dije que ella
no tenía culpa alguna, que había sido mi descuido y el egoísmo y corrupción de
los habitantes de esa casa y de las autoridades. Seguimos nuestro camino.
Ingresamos a la clínica y entramos a consulta. La primera parte fue
destinada a la revisión de los ojos de mi madre, la segunda a la de mi vista...
--En efecto,
no hay solución porque la atrofia óptica es un deterioro irreversible. El
contorno de su nervio se ve desgastado, envejecido. Se ve que es una
atrofia antigua.
--Claro,
doctor, llevo veintitrés años con ella.
--Le voy a
mandar unas vitaminas para sus ojos, para evitar que las células envejezcan y
su visión se reduzca tanto.
Comenté la contradicción entre las personas que nacen con una
discapacidad y son rehabilitadas no para aprovechar la ganancia visual, sino
para evitar ver... Así es como hacemos la rehabilitación, se nos recomienda
no ver lo que hay a nuestro alrededor sino alertar los sentidos, percibir a través
del olfato, del oído, del tacto... y qué bueno, porque así puedo completar aquello
que no alcanzo a distinguir, pero es tan bonito ver que lo intento a cada
momento, que volteo, muevo los ojos, dirijo la mirada, trato de distinguir
colores y cuando no lo consigo, requiero la información de los otros ojos sanos
o de los otros sentidos.
El doctor estaba sorprendido y yo, pecando de soberbia, satisfecha.
Incluso después de la revisión del fondo de ojo, al término del uso del
oftalmoscopio, me preguntó si no sentía alguna molestia, si no estaba
deslumbrada y, con toda tranquilidad, cinismo o desfachatez, dije que no...
Ah, yo estaba feliz. Dentro delo pesado y penoso que es el hecho de
poseer una discapacidad, me sentía supe compensada... Soy el ejemplo vivo
de la superación social de la deficiencia, me decía una y otra vez.
Pero,
como apuntó Amado Nervo en el poema Grattia Plena, dicha tan grande no puede
durar. Hoy, sábado 21 de agosto, aniversario número 23 de mi primera
cirugía neurológica, regresé a mi realidad. Nos levantamos temprano y nos
arreglamos para salir rumbo a los laboratorios, íbamos a recoger el resultado
de unos estudios. Después, a un centro comercial... Yo iba, como
siempre que voy con ella, tomada del brazo de mi madre pero al ingresar ahí,
choqué con un tubo alto que estaba, después caminando del brazo de mi hijo, con
un muro que salía de una pared del estacionamiento, al atravesar una calle, un
ramazo dio e mi cara porque mi guía no tuvo el cuidado de prevenirme... Estoy
frustrada.
Y nos hablaron en el curso acerca de la importancia de la formación de valores,
de la inclusión educativa, de la aceptación social, de la cultura de la
legalidad...jajaja