La muchacha, regordeta y desaliñada, vivía en una casa pequeñísima, de con sus
padres y sus hermanas. Jennifer, que así se llama, tiene doce años y el
corazón, amargo como si hubiera vivido ya por siglos.
De caminar encorvado, Jennifer carga con la vergüenza del in cesto de sus
padres...
Ella ha escuchado muchas veces las palabras que, con rencor, emite su madre al
referirse al pasado remoto que a ella le parece que la sigue como una sombra, está
en ella, ella misma lo es.
Producto de una relación que no debía ser, Jennifer se despierta cada día y
observa su cama mojada, otra vez no sintió el momento en que debía levantarse.
Entre los olores a orines, a vergüenza, a frustración, a desaliento y a
carencia de todo hasta de futuro.
Su madre, mujer obesa y descuidada, carece de lo básico de cultura y educación,
nunca asistió a la escuela pero desea que sus hijas aprendan y para eso se
afana en el trabajo. De sol a sol, al menos eso es lo que tarda fuera de
la vivienda, lleva a su casa un salario mísero para una familia miserable...
El corazón de Jennifer se ha endurecido, sobre todo por su falta de control de esfínteres.
Esta mañana, tarde, se levantó de la cama y se cercioró: había ocurrido de
nuevo. Molesta, levantó los hombros y pensó que solamente con sacar la
sábana a secar sería suficiente. Se alisó el cabello, se puso un pantalón
viejo y una playera, metió los pies a sus zapatos y salió a la tienda.
--Adiós, mioma--le
dijeron unos individuos que estaban en la calle.
Al regresar a su domicilio, la muchacha se encontró de frente con Tom, su
gatito que al verla, comenzó a maullar para exigir alimento.
La muchacha, frustrada y molesta, tomó al animal entre sus brazos. Y lo llevó
hasta su rostro, lo miró fijamente para después propinarle una mordida de la
que el pobre gato aún no se recupera.
Acciones como esta deben ser atendidas por el psicólogo, pero los padres no lo
sabían hasta que les fue recomendado por una profesora. ¿Cómo van a ser
este tipo de muchachos en el futuro?
