lunes, 27 de septiembre de 2010

PALABRAS PROHIBIDAS.


El uso del lenguaje ha sido, desde hace muchos años, fundamental para la convivencia armoniosa, lo mismo se puede decir de varias maneras dependiendo de la intención que se tenga y también del grado de apropiación cultural con que se cuente.  Hace algunos años, un miembro de la Academia Mexicana de la Lengua afirmó que entre los jóvenes, había un bagaje de alrededor de una centena de palabras en su léxico cotidiano.  El limitado número de vocablos se utiliza de acuerdo a la situación concreta en la que se encuentran y el sentido se adquiere por el evento que se suscita en el momento exacto en que son emitidas, sobre todo con el uso del caló o de las groserías.
   Las palabras también reflejan un pensamiento, una ideología, una técnica y una política.  Es asombroso cómo subyace en ellas lo oculto de un régimen, cuando la intención es política.  Durante el sexenio de Vicente Fox Quezada, el país se mantuvo estático, no hubo más que fantasías y sueños de grandeza del entonces presidente y su esposa, cinismo y soberbia.  Entre las reformas que se dieron en ese lapso, fue el cambio de nombre del Instituto Nacional de la Senectud por Instituto Nacional de Adultos en Plenitud (recuerdo que mi padre decía que era “en plenitud de achaques”) y los sujetos con deficiencias o discapacidad nos transformamos en “personas con capacidades diferentes”.
   Esos lenguajes eran como un espejo de lo que quería ver el sr. Fox.  Desde luego, el uso de esos términos no tuvo eco, pero hoy nos leyeron un oficio:
ESTÁ PROHIBIDO HABLAR DE LOS NIÑOS CON DISCAPACIDAD COMO NIÑOS CON CAPACIDADES DIFERENTES.
   Yo estoy de acuerdo con ello.  Lo que me preocupa es que aún se estila el cambio de términos para el mismo fenómeno.  Me pregunto, cuál es la intención de Felipe Calderón?  Ya vimos el “Coloso”   que es la imagen de un personaje - Benjamín Argumedo- que traicionó al movimiento revolucionario y se adhirió a Victoriano Huerta, autor intelectual de los asesinatos de Francisco I. Madero y de José María    Pino Suárez.    Un traidor, pues, dominando     el escenario donde se           festejó    el bicentenario de la Independencia   y el centenario de la Revolución.