Unos años más tarde, se pensó en
coptar al público infantil y surgieron series telenoveladas tales como
"Mundo de juguete", "Carrusel de niños",
"Chispita", entre otras. Todas ellas tenían argumentos
que se dirigían a "influir" en la conducta de los infantes, pues presentaban
comportamientos infantiles adecuados e incorrectos, todos ellos envueltos en un
drama, es decir, contextualizados en una realidad ficticia.
¡APAGA LA TELEVISIÓN Y ABRE UN LIBRO!
También recuerdo que hubo telenovelas
de corte histórico, en las que se pretendía "revivir" la historia de
los héroes mexicanos, como en "Senda de Gloria”, “La antorcha
encendida" en la que se muestra la trayectoria de Porfirio Díaz. En
ella se puede observar la evolución del pensamiento de Díaz, así como los
avances de la ciencia y la tecnología de la época.
Por otra parte, Alonso Lujambio, desconocedor de que la televisión y las telenovelas son de gran relevancia en la población mexicana, se aventura a decir una afirmación desafortunada al hablar de un binomio educación-telenovela. Por si no lo sabía el Dr. Lujambio, los niños de las clases bajas viven en un cuarto con todos los miembros de la familia, por lo que voluntaria o involuntariamente, ven telenovelas; resulta que el sector de pobres en la población mexicana es muy vasto y que ellos son los menos educados de la Nación.
¿Me pregunto ahora, qué tipo de educación pueden brindar las telenovelas que no se dirigen a una población infantil y que carecen de la intención histórica? ¿Acaso es bueno que los niños vean situaciones de intriga, trampa, engaño, deslealtad, infidelidad y promiscuidad?
Considero que los políticos deberían prevenir situaciones, ir preparados para las posibles preguntas y tener una idea de lo que deben contestar porque de otra manera, nos hacen pensar que están improvisando o bien, que el concepto en el que tienen al pueblo es lamentable.