Pensé que la vida transcurre en un
suspiro, que los minutos los días, los meses y los años se nos van sin poder
apreciarlos, que la juventud es una quimera y que muchos, muchos sujetos, la
viven creando conflictos.
Una vez en el trabajo, laboré como de costumbre, pero con una sensación terrible: el sentimiento de finitud.
Creo firmemente que la muerte es algo ansiado por muchos, pero no de la manera en que se dio en Japón para las víctimas del tsunami y del terremoto, que no es deseable para las personas que están en riesgo y, mucho menos, para aquéllos que no contribuyeron en lo que se podía controlar. Me refiero a lo siguiente: contra los desastres naturales no se puede hacer nada, pero en lo que se refiere a lo que el hombre hace o destruye, eso sí se podía prevenir. Hoy me siento, en especial, defraudada y desencantada del ser humano.