Hoy fue la prueba
de Carrera Magisterial, no tengo palabras para decir cómo me siento. Por un lado, la corrupción que priva en esto
del magisterio es un asco, la venta de
exámenes estuvo fuerte, desde a de mayo
hasta la de este día.
Desde que inicié la preparación para el
primer examen, sabía que se vendían. Yo
estudié mucho, pero por mi situación de discapacidad estuve en salón aparte y
no pude darme cuenta de la manera en que el examen fue respondido con gran
velocidad por aquéllos “listos”. La
experiencia del primer examen fue impactante para mí, pues las respuestas eran largas y mi capacidad de almacenamiento
de información no es tan vasta para recordar en qué inciso había escuchado tal o cual
información.
Mi desencanto fue en aumento cuando,
por “recomendaciones” de
compañeros, me enteré que los exámenes
se vendían al por mayor. Fue una
verbena, los había para cada necesidad: para directores, para directores de
educación especial, de CAPEP, de básica primaria, para profesores de primaria,
para especialistas…
Por mi parte, me
mantuve ajena a todo ello, afirmo que los formadores debemos predicar con el
ejemplo y que, si compramos exámenes o copiamos, bueno, copian porque de
cualquier forma yo estoy impedida para hacerlo,
estamos incurriendo en una falta tal, que nos invalida moralmente para
hacer alguna corrección o pretender que los alumnos se comporten en forma
honesta.
Al regreso del examen, fui imprecada con la siguiente pregunta: “Por qué fuiste si sólo fue a hacer
el papelón?”.
Creo que existe razón en esa pregunta, el
papelón lo hacemos los profesores honestos que no compramos exámenes al asistir
y abalar las prácticas tramposas y deshonestas de otros. Además, quiero mandar
un mensaje a los reporteros, columnistas e informadores de la
televisión: CARRERA MAGISTERIAL NO CERTIFICA QUE TODOS
LOS MAESTROS QUE INGRESAN O PROMUEVEN
SEAN PRODUCTIVOS, PREPARADOS, COMPETENTES NI EFICIENTES.
Yo estoy satisfecha, no compré examen y no estudié. Yo soy por lo que hago y por lo que sé.