jueves, 11 de agosto de 2011

UNA MUESRA MÁS DE LA IMPUNIDAD EN MÉXICO


   Gabriel es un hombre trabajador, es profesionista y además, le gusta hacer ejercicio.  Sale por las tardes a correr y a sus 50 años, es capaz de recorrer varios kilómetros sin detenerse.  En  la práctica de su profesión es altamente eficiente, ha logrado avances que podrían calificarse como  “milagrosos” con la mayor parte de los pacientes que atiende.  Él es psicólogo y como tal,  conoce y predice eventos en cada uno de los sujetos con los que trabaja, así puede planear acciones tendientes a mejorar los estados de desequilibrio emocional, conductual y cognitivo.
   Desde hace años vive, al igual que la población mexicana, en constante riesgo.   Sabe que el simple hecho de respirar implica un peligro pues en un ambiente sucio, hay millones de partículas dañinas que entran por su nariz.  Sin embargo, él es fuerte y pocas veces enferma.  Su presencia es  imponente, alto, fuerte, con rostro severo pero noble a la vez,  es capaz de realizar diferentes tareas a favor de los demás y de sí mismo, sin menoscabo a lo que los demás suponen que no debería hacer, por ejemplo,  reparar ventanas, hacer puertas, componer desperfectos eléctricos, etc.
   El día de ayer, Gabriel salió temprano de su domicilio pues debía acudir a la escuela en la que estudió un posgrado y encontró ahí a antiguos profesores con quienes comentó acerca de su trabajo actual; se sintió muy satisfecho al percatarse del asombro de los maestros ante su capacidad de aplicación de teorías y técnicas para resolver  los problemas de sus pacientes.  El tiempo se fue como un suspiro y cuando Gabriel miró su reloj, se  percató que solamente faltaban dos horas para iniciar sus sesiones, así que se despidió.
   Gabriel llegó a su domicilio con el tiempo justo para  terminar el acondicionamiento del lugar: su casa-consultorio había sido construida ex profeso,  al abrir la puerta hay una sala y después hay habitaciones que parecieran ser  oficinas, una detrás de otra.  La habitación destinada al trabajo con los pacientes es la primera después de la sala, las dos siguientes son para dormir,  las otras dos son  cocina y baño.  Debemos aclarar que a Gabriel le desagrada  el olor de alimentos en su casa, así que solamente hay una estufa, un horno y un refrigerador  para usarse de vez en cuando, pues él prefiere comprar su comida.
   Dieron las 2:00 y sonó el timbre, Gabriel abrió  la reja y entró el primer paciente.  Después, tuvo  tres horas  sin actividad laboral, pero a las 6; 00 reinició la atención.  Era una paciente femenina, la mujer presentaba síntomas de paranoia, así que él buscaba a través  de las sesiones y tareas encomendadas a la mujer,  extinguirlos.
   A eso de las 6:35  un ruido, un golpe  contundente en la puerta de la casa, unos  sujetos drogados y con expresión  monstruosa irrumpieron en el domicilio.  Fue el tercer  robo en las casas de esa calle.
   La paciente perdió el control, lloró, lloró, jaló su cabello.  Gabriel controló el episodio de miedo de su paciente y dejó que los delincuentes se llevasen todo. 
   Gabriel, que es fuerte física y emocionalmente, mantuvo la calma, pero el sentimiento de impotencia y coraje provocado por la falta de seguridad estuvo presente en él. 
   Esto es real, ocurrió en un municipio del Edo.Mex. 
   Por mi parte, quiero expresar que estamos hartos de vivir en un clima de inseguridad, que  la justicia y el gobierno en México son una vasca y que siento una gran pena por lo que se ha transformado  mi país en los últimos 17 años.