Creo que a esta hora me viene mejor pensar, mi mente es más
lúcida, aunque sean horas de descansar…
Es que me impido pensar durante el día y es por las noches cuando me
viene a la cabeza todo lo que me agobia…
Yo soy de Mixta de
Altamirano, un pueblo perdido en la sierra veracruzana. Ahí tengo a mi familia, mis padres, mis
hermanos pequeños y el más querido, el adorado y extrañado: mi hijito. Nació hace cinco años, yo acababa de alcanzar
la mayoría de edad, cronológicamente hablando porque, como se acostumbra en
lugares tan remontados y pobres, una trabaja desde antes de cumplir los 18
años.
Como dije antes, yo
empecé a trabajar para apoyar a mis padres y hermanitos desde que tenía 15
años, lo recuerdo bien, era en una casa de la ciudad de México. Ahí me encontré con personas que me enseñaron
a trabajar y que me trataron bien; también conocí a quien sería el padre de mi
hijo. Pero en él no quiero pensar, fue
un cobarde. Recuerdo que trabajaba en el
pueblo cuando iba a dar a luz a mi criatura, a mi sol, porque eso es para mí el
niño, un sol que ilumina y da rumbo a mi vida.
En la
actualidad, visito a mi hijo cada tres o
cuatro meses, según me lo permitan los ahorros que pueda hacer, porque sigo
enviando dinero a mi pueblo, para ayudar a mis padres, a mis hermanitos, a mi hijo y a la amiga que lo
lleva a la escuela diariamente.
Compré dos
celulares, uno para mi mamá y otro para mí, así me mantengo en comunicación
constante y platico diario con mi sol. Pronto iré a verlo, vivo y trabajo para él,
que es lo más importante que tengo.
Otro hombre
importante en mi vida es Juan, a quien conocí hace tres años y con quien
mantengo una relación. La última vez que
fui a mi pueblo lo llevé conmigo y él conquistó a mi hijo, incluso le dijo que
era su papá. Eso me hace feliz y espero
que esta historia tenga un buen final.