viernes, 2 de enero de 2015

ISABEL

Creo que a esta hora me viene mejor pensar, mi mente es más lúcida, aunque sean horas de descansar…  Es que me impido pensar durante el día y es por las noches cuando me viene a la cabeza todo lo que me agobia…
   Yo soy de Mixta de Altamirano, un pueblo perdido en la sierra veracruzana.  Ahí tengo a mi familia, mis padres, mis hermanos pequeños y el más querido, el adorado y extrañado: mi hijito.  Nació hace cinco años, yo acababa de alcanzar la mayoría de edad, cronológicamente hablando porque, como se acostumbra en lugares tan remontados y pobres, una trabaja desde antes de cumplir los 18 años.
   Como dije antes, yo empecé a trabajar para apoyar a mis padres y hermanitos desde que tenía 15 años, lo recuerdo bien, era en una casa de la ciudad de México.  Ahí me encontré con personas que me enseñaron a trabajar y que me trataron bien; también conocí a quien sería el padre de mi hijo.  Pero en él no quiero pensar, fue un cobarde.  Recuerdo que trabajaba en el pueblo cuando iba a dar a luz a mi criatura, a mi sol, porque eso es para mí el niño, un sol que ilumina y da rumbo a mi vida. 
    En la actualidad,  visito a mi hijo cada tres o cuatro meses, según me lo permitan los ahorros que pueda hacer, porque sigo enviando dinero a mi pueblo, para ayudar a mis padres, a mis  hermanitos, a mi hijo y a la amiga que lo lleva a la escuela diariamente. 
   Compré dos celulares, uno para mi mamá y otro para mí, así me mantengo en comunicación constante y platico diario con mi sol.   Pronto iré a verlo, vivo y trabajo para él, que es lo más importante que tengo. 
   Otro hombre importante en mi vida es Juan, a quien conocí hace tres años y con quien mantengo una relación.  La última vez que fui a mi pueblo lo llevé conmigo y él conquistó a mi hijo, incluso le dijo que era su papá.  Eso me hace feliz y espero que esta historia tenga un buen final.