sábado, 24 de enero de 2015

UN ENCUENTRO CASUAL

   Ante un evento cualquiera, siempre o casi siempre hay más de una opinión, sensación, impresión y conclusión.  He aquí dos experiencias suscitadas por un encuentro casual entre dos mujeres en un centro comercial:

1.      La conocí en 1983, ambas acudíamos a la escuela, era un bachillerato técnico.  Las dos estudiábamos lo mismo, teníamos que aprender signos y gramálogos que nos harían buenas taquígrafas, así como también mecanografía, archivo, correspondencia y mecanografía.  En aquel tiempo, hace ya 31 años, éramos muy jóvenes y las asignaturas de bachillerato que cursábamos nos permitirían, si es que así lo decidíamos, continuar una carrera profesional.
    Cierro mis ojos y recuerdo la pequeña escuela, solamente constaba de tres       edificaciones de dos niveles cada una y un patio reducido para la cantidad de alumnos que, aunque aún éramos pocos, sí es que se nos colocara a todos de pie, estoy segura que no cabríamos.   Bueno, de eso ya tiene mucho tiempo y cuando terminamos los estudios, yo continué con el oficio de mi familia.
    Todas las madrugadas acudían con mi madre a recibir los periódicos, los diarios y las revistas que venderíamos en el puesto.  Ocasionalmente la veía pasar, a esa compañera de la que nunca fui amiga pero que había sido mi compañera y nos saludábamos cordialmente.
   Los años han pasado, la vida nos ha deparado diferentes ocupaciones.  Ella tuvo que continuar estudiando, si bien no por gusto, sí por la obligación impuesta por una deficiencia adquirida y yo, yo no sé bien qué es lo que ocurrió con mi vida…
   Mi madre murió hace más de quince años, así que ocupé el puesto del que ella era la responsable, casé con Felipe y tuvimos dos hijas.  De eso, como digo, hace más de quince años…
   Ayer la volví a encontrar, quise platicarle todo, todo lo que me ocurre, todas las inquietudes, los terrores y los temores que sufro y que río, decir las injusticias y miserias que vivo y que disfruto, decir de las amenazas de las niñas, de la prepotencia y abuso de los otros, pero el tiempo fue insuficiente…
   Ella, cuando me reconoció, me saludó como siempre y me dio un beso, me preguntó cómo estoy y escuchó con atención, eso es lo que siempre he querido, que los demás me pongan atención y muestren interés hacia mí, que ahora ya no vendo periódicos, que ya no estoy enterada de lo que ocurre en mi país ni en el resto del mundo, que no puedo decir más que lo que me pasa y lo que me pasa es triste, yo trabajo en un remolque que vende comida japonesa, ahí me dan de comer y para los transportes, nada más; mis hijas no viven conmigo, pero siguen siendo niñas pequeñas, incluso he pensado en llevarlas a Kitzania para que se diviertan practicando oficios, pero no tengo dinero…
    Encontré a mi ex compañera en el centro comercial, ella estaba con su hijo y yo iba para ver si me daban pruebas, es que sentía hambre, pero el hambre la mitigué hablando, hablando, hablando todo o casi todo lo que me ocurre.

2.      No sé cómo me siento, la felicidad que me produjo encontrarla fue contradictoria, pues tenía ya mucho tiempo que no la veía ni sabía de ella.  Su presencia me trae recuerdo de tiempos idos, si bien ella solamente participa como imagen en el panorama.  Eso significa, a mi parecer, que aunque no hubo una amistad sí le dio color a los eventos.   Es una verdadera pena su situación, me arrepiento de sentirme triste por mí.  Cómo es que su vida se deterioró a tal grado?  En qué momento se extravió?  Tendrá más hijas o está aferrada a la imagen de su infancia?  Cómo es posible que trabaje por la comida solamente?  De quiénes me habló?  Cómo perdió la razón?  Ojalá nos volvamos a encontrar.