Nunca antes se
había preguntado la razón por la que está en este planeta, una más entre miles
de millones y no es sino una cifra, un número, como hay tantos.
Esperanza recuerda
su infancia y le parece tan lejana, tan disímbola con su vida actual. Ella fue una niña sana, feliz, rebelde,
caprichosa, juguetona y le gustaba, además, estar fuera de su casa; pasaba las
tardes en el patio en compañía de amigos, ahora está sola. Ella quiere pensar que la amistad existe,
pero no la encuentra.
Además, Esperanza
trabaja en un sitio poco agradable, en el que debe llenar papeles y, según
dice, ella no estudió para escribir o hacerse especialista en oficios. Bueno, ahora está sola y piensa que así es
mejor. A ella le gusta estar sola, en
silencio, solamente sus pensamientos la acompañan y cuando habla, lo hace
solamente para lo más indispensable.
Comentarios sin importancia, eso es lo que sale de su boca pero lo que
hay dentro de ella es un mundo de palabras, se anhelos, de ideas, de sueños
que, está segura, no llegarán a realizarse porque, a fin de cuentas, ella no es
más que una entre miles de millones.