La situación sociocultural y económica de nuestro país está en niveles bajísimos. Bueno, en algunas partes existen otro tipo de personas cuyo poder adquisitivo le impide imaginar siquiera que exista el extremo opuesto. A mí me parece inimaginable, y precaria para ello a escritores tales como Asimov o Vian, que describieran la vida de sujetos que tienen todas las necesidades cubiertas, todos los anhelos conseguidos, todos los caprichos cumplidos. Los podernos ver a través de la televisión vociferar”en nombre de la población carente de recursos" pero estoy segura que no suponen lo que existe en la realidad.
Haciendo una analogía, México es un edificio, los personajes de las élites económicas viven el pent-house y utilizan aviones para transportarse, por lo que no observan nunca lo que hay abajo.
Los que viven en los pisos de en medio, es decir, que no están arriba ni en la planta baja, utilizan la escalera para subir pero no tienen acceso a lo más alto del edificio, así que utilizan las escaleras para entrar y salir de él. La entrada y salida del edificio representan los ambientes laborales, escolares y recreativos.
En la planta baja vive el grueso de la población.
La población pobre de México es indefinible ya que no existe un adjetivo que pueda reflejar sus características en una sola palabra. Aquí me gustaría invocar a Jorge Ibargüengoitia, pues solamente él podría expresar el golpe directo a la mandíbula que imprime observar a las familias pobres de nuestra ciudad y en extensión, de nuestro país. Imaginemos que en la planta baja del edificio México hay una gran cantidad de departamentos que son cuartuchos en los que viven en hacinamiento y promiscuidad varias familias. Algunas de ellas comparten el baño, pues no todos tienen el servicio particular, que las cañerías están tapadas y que las ratas salen de las alcantarillas y pululan entre las personas, los alimentos y las pocas propiedades que tienen. Los hombres, en su mayoría jóvenes desempleados, gastan su tiempo intoxicándose y cohabitando con las mujeres en las mismas habitaciones en que duermen sus hijos.
Como es natural, el hacinamiento y el influjo de los tóxicos, inhalados en su mayoría, alteran los estados de ánimo y se incrementan los conflictos y vienen las agresiones que van desde los insultos hasta los golpes... Todo esto ante la mirada atónita de los niños que, a consecuencia de la falta de horizontes por no poder subir ni siquiera un piso para conocer lo que hay en él, carecen de expectativas.
Las personas que habitan en el edificio pueden deambular de un piso a otro con cierta facilidad, sobre todo el descenso porque... Sorpresa, este edificio tiene un sótano... en él habitan las personas que están en pobreza extrema y carecen de habitación, de baño, de ropa, de conocimientos y de límites, son los que viven en las calles, los mendigos, los teporochos, los "olvidados" como los definiría Luis Buñuel. En el sótano con mueren las personas y tienen algunos contactos con los de la Planta Baja del edificio y, entre ambos tipos de habitantes, manifiestan su desacuerdo por no saben cómo ni hacia quién.
La anterior es la realidad de México, mi país del que conozco solamente algunos pisos, los más bajos a partir de la Planta Baja, es decir, de la clase social y económica baja, en la que se ubican mis centros laborales. Es lamentable observar las injusticias que se cometen en contra de ellos y entre ellos mismos, ver que no tienen una perspectiva y una actitud ante la vida y no se plantean retos, ver cómo se consumen por la drogadicción y el alcoholismo, sentir la impotencia al verlos fuertes y holgazanes, además de que por su poca preparación, sería imposible que obtuvieran un trabajo bien remunerado.
La semana pasada tuve la oportunidad de entrevistan a varias madres de familia y tutoras de niños abandonados por sus padres. Baste decir que mi capacidad de sorpresa sigue vigente pues hay cosas tales como el abandono de los hijos, la hostilidad hacia ellos, el carecer de autoridad, el procrear sin control ni conciencia, el tener niños con enuresis emocional y no atenderlos, etc. son cuestiones que me resultan impactantes y que por más que uno desee orientar a estos padres, es muy poco lo que se puede lograr...
Los que viven en los pisos de en medio, es decir, que no están arriba ni en la planta baja, utilizan la escalera para subir pero no tienen acceso a lo más alto del edificio, así que utilizan las escaleras para entrar y salir de él. La entrada y salida del edificio representan los ambientes laborales, escolares y recreativos.
En la planta baja vive el grueso de la población.
La población pobre de México es indefinible ya que no existe un adjetivo que pueda reflejar sus características en una sola palabra. Aquí me gustaría invocar a Jorge Ibargüengoitia, pues solamente él podría expresar el golpe directo a la mandíbula que imprime observar a las familias pobres de nuestra ciudad y en extensión, de nuestro país. Imaginemos que en la planta baja del edificio México hay una gran cantidad de departamentos que son cuartuchos en los que viven en hacinamiento y promiscuidad varias familias. Algunas de ellas comparten el baño, pues no todos tienen el servicio particular, que las cañerías están tapadas y que las ratas salen de las alcantarillas y pululan entre las personas, los alimentos y las pocas propiedades que tienen. Los hombres, en su mayoría jóvenes desempleados, gastan su tiempo intoxicándose y cohabitando con las mujeres en las mismas habitaciones en que duermen sus hijos.
Como es natural, el hacinamiento y el influjo de los tóxicos, inhalados en su mayoría, alteran los estados de ánimo y se incrementan los conflictos y vienen las agresiones que van desde los insultos hasta los golpes... Todo esto ante la mirada atónita de los niños que, a consecuencia de la falta de horizontes por no poder subir ni siquiera un piso para conocer lo que hay en él, carecen de expectativas.
Las personas que habitan en el edificio pueden deambular de un piso a otro con cierta facilidad, sobre todo el descenso porque... Sorpresa, este edificio tiene un sótano... en él habitan las personas que están en pobreza extrema y carecen de habitación, de baño, de ropa, de conocimientos y de límites, son los que viven en las calles, los mendigos, los teporochos, los "olvidados" como los definiría Luis Buñuel. En el sótano con mueren las personas y tienen algunos contactos con los de la Planta Baja del edificio y, entre ambos tipos de habitantes, manifiestan su desacuerdo por no saben cómo ni hacia quién.
La anterior es la realidad de México, mi país del que conozco solamente algunos pisos, los más bajos a partir de la Planta Baja, es decir, de la clase social y económica baja, en la que se ubican mis centros laborales. Es lamentable observar las injusticias que se cometen en contra de ellos y entre ellos mismos, ver que no tienen una perspectiva y una actitud ante la vida y no se plantean retos, ver cómo se consumen por la drogadicción y el alcoholismo, sentir la impotencia al verlos fuertes y holgazanes, además de que por su poca preparación, sería imposible que obtuvieran un trabajo bien remunerado.
La semana pasada tuve la oportunidad de entrevistan a varias madres de familia y tutoras de niños abandonados por sus padres. Baste decir que mi capacidad de sorpresa sigue vigente pues hay cosas tales como el abandono de los hijos, la hostilidad hacia ellos, el carecer de autoridad, el procrear sin control ni conciencia, el tener niños con enuresis emocional y no atenderlos, etc. son cuestiones que me resultan impactantes y que por más que uno desee orientar a estos padres, es muy poco lo que se puede lograr...
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