martes, 20 de octubre de 2009

Palos de Ciego.


Adriana recordaba ahora su vida desde que iniciaron sus afecciones orgánicas, experimentó sentimientos extremos pero prefería recordar aquéllos en los que había algo gracioso o aleccionante.  



Tomado de: gente-de-tumaco.blogspot.com/ 


Después de haber transitado por la tediosa rehabilitación, se sintió fuerte y valiente para salir a la calle y así lo hizo.  Conoció a un sujeto importante en el ámbito de los libros que, al igual que ella, era discapacitado.  Platicaban, bromeaban de su limitación, comentaban acerca de las personas que los auxiliaban para acceder a los textos y, cuando salían a caminar por las calles del Centro, que son hermosas pero altamente peligrosas, ella intentaba prevenirlo pero las palabras no acudían a su mente de manera oportuna, por lo que el pobre ciego trastabillaba, chocaba o tropezaba; cualquiera que fuese lo que ocurriera, el momento del impacto era el detonante de la palabra que faltaba.
Qué curioso, pensaba Adriana, con cierto dejo de nostalgia pues su amigo ciego murió un par de años después de estos hechos. 
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