Recordando su infancia, la mujer que había
sorteado varias situaciones difíciles en su vida y que, a pesar de las
adversidades físicas había terminado una profesión, se sentía satisfecha y
plena. Las imágenes en su memoria eran borrosas, los rasgos de los
participantes en los eventos se difuminaban y no acertaba a definir con
claridad las características de las situaciones y las personas, pero quedaba
impreso con toda claridad y precisión el hecho.
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Para Adriana, que es el nombre que le hubiera gustado a su madre,
las situaciones ocurridas hacía ya más de tres décadas la llenaban de
gozo, no era capaz de recordar un día completo, pero sí hechos aislados en los
que ella o algunos integrantes de la familia habían participado y, a través del impacto
que habían puesto en él, se habían quedado como sello en su piel y en su menta,
además que le permitieron forjar un carácter propio.Esta vez Adriana recuerda la ocasión en que debía hacer una tarea. Su profesora, excelente mujer que llenaba el aula con su voz fuere y su personalidad contrastante por la baja estatura física pero enorme talla moral, les había encargado inventar un cuento a partir de dos personajes; un caballo y un conejo.
La pobre niña, que era despreocupada y no había tomado conciencia de la importancia de acudir a la escuela, no sabía qué escribir; pasó la tarde sentada frente al cuaderno que permanecía intacto, esperando a que la pluma se deslizara sobre él, pero no ocurría nada...
Su hermano, que era un año mayor y con quien discutía con frecuencia, se ofreció a ayudarla. El resultado fue un magnífico cuento de un caballo y un conejo que disputaban una zanahoria y, al final, los dos la compartían. Ese fue el comienzo de una buena relación entre hermanos y, después de años, ella lo recordaba con gran ternura.
Las impresiones emocionales son las que quedan grabadas en la memoria y, en la memoria de Adriana, se había quedado esa impresión como el inicio de la valoración de la familia.
Por otra parte, es necesario que hablemos acerca del papel de los profesores. Se habla bastante acerca de ello y se dice que deben ser partícipes del cambio pero esto siempre ha sido. Cuando existen profesores con una vocación plena y con un compromiso e interés por la infancia, no importan los programas o las políticas o los enfoques educativos. Lo que realmente importa es la dedicación y el tiempo que se destina a cada alumno, hacerlos sentir importantes en la vida no sólo escolar sino personal.
Una ex alumna, que presentaba lo que ahora se llama Necesidades Educativas Especiales, egresó de la primaria hace cinco años y aún recuerda con cariño a las profesoras que se interesaron no solamente en su desarrollo escolar, sino en el personal. Ella es quien me hace suponer que mi labor no es vana.
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