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Preocupada por su profesora, llegó Monserrat, una
muchachita de 16 años que fue la preferida de la maestra cuando estuvo en la
primaria. Sus características de despreocupación y arrebato eran
algunas de las cosas que le habían colocado en el lugar predilecto de la
maestra. Se mostraba iracunda y agresiva con todos, pero en las sesiones
con la profesora en las que estudiaba los enunciados y sus componentes, la
lectura de comprensión y la creación de textos, además de las matemáticas, era
diferente a veces. Ante la maestra se portaba como si fuera ella la
fuerte, quería apoyar a la maestra en lo que hiciera falta y, en resumen, daba
un salto al extremo opuesto de su personalidad.
Pues bien, Monserrat llegó y, cuando vio a la maestra, se acercó a ella y le
reprochó el no haberse comunicado con ella y, agregó, se había preocupado por
su salud.
La profesora, apenada con la joven, se disculpó y dijo que había extraviado su
directorio telefónico. Charlaron un par de horas acerca de las
mismas cosas ya que la muchacha no acude a la escuela debido a que presenta
dificultades cognitivas y no acepta estudiar una carrera técnica ni un
oficio. Es lamentable que personitas como esta muchachita, jóvenes y llenos
de vida, no hayan aprendido a enfrentar su situación en nombre de una
integración que no fue tal.
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