Era
sábado y como mucha gente descansa los fines de semana, además de los
desempleados que deambulan por las calles en busca de trabajo,
había mucha gente en el Centro de la
Ciudad. La mujer había salido para acompañar a su
hijo que debía adquirir algunos libros y, como era natural, aprovechar
para estar con él.
Caminaron por las calles sorteando puestos y personas, saltando alcantarillas y esquivando casetas telefónicas. Caminaron bastante pero iban charlando acerca de cualquier tema, sobre todo de aquellos que al hijo, hombre joven y culto, le interesaban.
Llegaron a la librería, el hijo se separó de la madre para buscar el texto que le interesaba y ella, impedida para leer, observaba lo que pasaba a su alrededor. De pronto, escuchó una plática entre empleados:
-- ¿Ya escuchaste los audio-libros?
--No. Si no me gusta leer, imagínate escucharlos. Me duermo.
La mujer se sintió ofendida, ¿cómo era posible haber dicho tal despropósito? Y recordó que unos conductores del programa Noticiero Express comentaron una ocasión que el "escuchar audio libros no es leer".
Después de un rato, vio que pasaba por ahí otra empleada y le preguntó por el lugar donde se encontraban los audio libros. La joven, casi corriendo, se dirigió hacia el anaquel donde se hallan, formados, una pequeña cantidad de discos. A la mujer le dio trabajo seguirla, no por falta de coordinación motora, sino por su baja visión. Al llegar a ellos, la joven empleada se fue.
-- ¿De qué sirven los audio libros si no tienen un letrero en braille?--se preguntó Adriana, quien buscó de inmediato a alguien que le auxiliara para seleccionar el libro que deseaba. La persona a la que encontró fue el joven que se había referido con desprecio hacia los audio libros y le explicó que, además de ser para las personas que hacen más de una cosa a la vez, los audio libros son útiles para las personas que no pueden ver y que, si le era posible, recomendara a los editores que rotulen los títulos en braille.
La lectura no es una función de los sentidos, la vista es solamente una vía de entrada de información, como lo es el oído. La lectura se realiza con las funciones mentales.
Adriana disculpó a los empleados porque, pensó, carecen de conocimientos, además de que no tendrían por qué pensar en las diferentes necesidades de acceso que tienen todas las personas; de los conductores de televisión, es una vergüenza que en pleno siglo XXI y siendo personas que se presentan ante las cámaras de televisión sean tan ignorantes.
También recordó a un sacerdote que, al explicar el pasaje evangélico del ciego, comentó que "los pobres ciegos necesitan que les den de comer en la boca, que los bañen, que los lleven al baño". Se necesita ser demasiado insensible, obtuso y ciego (cerebral) para expresarse así en plena misa. Adriana, llena de indignación y sorpresa, le iba a rebatir, pero una vecina se increpó por su "rebeldía", así que consideró que lo mejor era callar, mofarse de lo dicho por el hombre con sotana y dejar de asistir a las misas de ese sacerdote.
Caminaron por las calles sorteando puestos y personas, saltando alcantarillas y esquivando casetas telefónicas. Caminaron bastante pero iban charlando acerca de cualquier tema, sobre todo de aquellos que al hijo, hombre joven y culto, le interesaban.
Llegaron a la librería, el hijo se separó de la madre para buscar el texto que le interesaba y ella, impedida para leer, observaba lo que pasaba a su alrededor. De pronto, escuchó una plática entre empleados:
-- ¿Ya escuchaste los audio-libros?
--No. Si no me gusta leer, imagínate escucharlos. Me duermo.
La mujer se sintió ofendida, ¿cómo era posible haber dicho tal despropósito? Y recordó que unos conductores del programa Noticiero Express comentaron una ocasión que el "escuchar audio libros no es leer".
Después de un rato, vio que pasaba por ahí otra empleada y le preguntó por el lugar donde se encontraban los audio libros. La joven, casi corriendo, se dirigió hacia el anaquel donde se hallan, formados, una pequeña cantidad de discos. A la mujer le dio trabajo seguirla, no por falta de coordinación motora, sino por su baja visión. Al llegar a ellos, la joven empleada se fue.
-- ¿De qué sirven los audio libros si no tienen un letrero en braille?--se preguntó Adriana, quien buscó de inmediato a alguien que le auxiliara para seleccionar el libro que deseaba. La persona a la que encontró fue el joven que se había referido con desprecio hacia los audio libros y le explicó que, además de ser para las personas que hacen más de una cosa a la vez, los audio libros son útiles para las personas que no pueden ver y que, si le era posible, recomendara a los editores que rotulen los títulos en braille.
La lectura no es una función de los sentidos, la vista es solamente una vía de entrada de información, como lo es el oído. La lectura se realiza con las funciones mentales.
Adriana disculpó a los empleados porque, pensó, carecen de conocimientos, además de que no tendrían por qué pensar en las diferentes necesidades de acceso que tienen todas las personas; de los conductores de televisión, es una vergüenza que en pleno siglo XXI y siendo personas que se presentan ante las cámaras de televisión sean tan ignorantes.
También recordó a un sacerdote que, al explicar el pasaje evangélico del ciego, comentó que "los pobres ciegos necesitan que les den de comer en la boca, que los bañen, que los lleven al baño". Se necesita ser demasiado insensible, obtuso y ciego (cerebral) para expresarse así en plena misa. Adriana, llena de indignación y sorpresa, le iba a rebatir, pero una vecina se increpó por su "rebeldía", así que consideró que lo mejor era callar, mofarse de lo dicho por el hombre con sotana y dejar de asistir a las misas de ese sacerdote.