Son tres. Cuando llegó a la casa la primera, la familia se sintió
acompañada y Jacobo, que cursaba el 6o. grado, le gustó. La llamaron
Greta y desde entonces ha estado en casa acompañando en los momentos difíciles
y en los gratos. Después llegaron otras dos, Perla y Valentina, ambas de
diferente raza y que, mientras fueron cachorras, eran amigas; con el paso del
tiempo y al ir notando las diferencias entre ambas, sobre todo de talla, los
juegos se fueron espaciando hasta llegar a la indiferencia por parte de la
menor.
Ágata, de origen
"humilde" porque no nació en una familia "acomodada" tiene
ya 7 años, es alegre y juguetona, consentida y cariñosa.
Emilio la regaló a su tío una Navidad, era pequeñita y regordeta,
sus grandes ojos verdes resaltaban con su pelo negro y largo, con las patas
blancas, como si usara botas. La infancia de Ágata fue feliz, iba y venía
de una casa a otra, es decir, de la de Alfredo a la de su mamá; los fines de
semana eran puro juego puesto que Ágata se divertía y consentía con los cuidados
que le proveía Greta, chichuehueña cariñosa y maternal que se encargó, en
parte, de la crianza de Ágata.
Un par de años después, la pequeña Ágata viajó a los EUA, pues debía cambiar su residencia. Creo que allá también fue feliz, pues contaba con la amistad de otros congéneres suyos.
Hace casi tres años, Ágata regresó a la casa, fue traída para estar un breve tiempo en el hogar donde convivió con Greta. Finalmente, Ágata se adaptó nuevamente a la vita mexicana, al patio y a las personas que la cuidan.
En las noches, cuando nos vamos a dormir, llega Ágata y exige que se le abrace, entonces comienza a ronronear y se acomoda. Una no puede sino darle amor a las mascotas y aceptar que son las reinas de la casa.
Las mascotas representan compañía, responsabilidad, gusto, alegría, orgullo, interés y agradecimiento.
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