viernes, 11 de diciembre de 2009

A PROPÓSITO DEL BASTÓN Y DE DAR PALOS DE CIEGO.


"Cuando adquirí la debilidad visual tenía 22 años, era muy joven y tomé el suceso como una aventura, así que el bastón era un juguete y mi deficiencia, un rasgo de personalidad que no pensaba que fuese a ser vitalicio.

   Aprendí a hacer las cosas de otra manera, a resolver los problemas de la casa, la cocina, el estudio, la escritura de distinta forma y, me decía, "tengo la oportunidad de leer mientras otros no pueden porque no hay luz".   Creo que fue mi inconsciencia o mi irreflexión lo que me mantuvo con buen carácter. 
 Así estudié en la normal de especialización, una escuela a la que le debo la licenciatura y el primer reflejo de lo que se puede llegar a tener cuanto uno se lo propone. 
   Esto lo pensaba Adriana con frecuencia, quien por vanidad, gustaba de saber que las personas no se daban cuenta de su discapacidad hasta que ella o alguien cercano lo informaba. 

   Sabía bien que no podía ver nítidamente  a  su familia, a sus mascotas, a sus compañeras de trabajo, a sus alumnos y que requería en ocasiones escuchar su voz para saber de quién se trataba, pero no le incomodaba en lo más mínimo.