jueves, 22 de abril de 2010

LO JUSTO, LA EQUIDAD.


 Un par de hermanos que en la década de los 70 tenían alrededor de 10 años, eran muy diferentes.  Sus padres, una pareja joven, se preguntaban la razón de tal disparidad.
   Alejandro, el hermano mayor, era ordenado, responsable y estudioso; además, era selectivo, no cualquier niño podría ser su amigo, solamente algunos eran los privilegiados que contaban con su compañía.   Mónica, en cambio, era inquieta y despreocupada, le gustaba jugar y para ello, platicaba y compartía con todos los niños que había cerca de ella, aunque fueran menores y tuviera que hacer actividades de niños más pequeños.
   Como es lógico, los hermanos tenían poco en común, pero entre ellos había, sin haberlo hablado, un pacto: la equidad.
   Así, pues, un buen día el padre les pidió que fuesen a la tienda.  Mónica llevó la bolsa a la cocina y ahí, Alejandro fue depositando uno a uno los envases de vidrio para comprar los refrescos, la tomó de las asas y los dos salieron rumbo a la calle.
   Una vez comprados los refrescos, Mónica cargó la bolsa de regreso.  Era lo justo.