viernes, 2 de julio de 2010

SENTIMIENTO DE CULPÁ.

Una sensación extraña la envolvió, una preocupación pocas veces experimentada le llenó de molestia, incertidumbre, desasosiego: no había ido a trabajar.
   Sonó el teléfono de su domicilio, era el taxista:
- Me sucedió un percance y no podré ir por usted.
--Lo lamento, pero, ¿usted está bien?
--Sí, no se preocupe.  Iré por usted, si me es posible, a la hora de salida.
   Lorena se sintió agobiada, era fácil la ida, pero no el regreso.
   Después de consultar con su compañero, es decir, su pareja, tomó una decisión que no le convencía del todo: lo importante era su seguridad.
--Recuerda el peligro en que se vive aquí, es mejor que no vayas--dijo él con un tono de preocupación y de impotencia.
   
   Lorena, inquieta, intentó pensar en diversas estrategias para el regreso en caso de que el taxista no pudiese ir, pero no encontró una solución pues, además, estaría sola en el espacio laboral.
--Está bien--dijo entonces.
    Al colgar el auricular y reflexionar acerca de la situación en la que se vive, en que la sociedad ha caído en lo económico, laboral, en la falta de valores, y en otras calamidades más, dejó de sentir culpabilidad para sentir piedad por su país.

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