Desde su
aparición en la faz de la Tierra, el hombre ha tenido la necesidad de
transformar la naturaleza para satisfacer sus necesidades primarias. Así,
construyó herramientas que permitieran la caza y la recolección, modificó
cavernas y las adaptó para hacerlas habitables,. Aún en las comunidades
más remotas, hay hombres que viven en la naturaleza pero han modificado sus
condiciones pues sus viviendas son de materiales naturales pero tienen techo,
paredes, fosas, etc.
Para realizar
esas actividades necesitan una organización, una división del trabajo y de
responsabilidades.
Recuerdo la
exposición del doctor en sociología José Maximiliano Hernández, cuyo tema
versaba en la importancia del trabajo dentro de las cárceles mexicanas.
Él dijo algo que me hizo pensar acerca de la necesidad del ser humano de
tener una actividad productiva y estable, que solamente da el trabajo: la
necesidad de saber que se causa un efecto en los demás.
Uno desempeña una
labor con la finalidad no de obtener una remuneración, sino de beneficiar a
otros a través de la actividad propia.
Ayer recibí un
correo en el que me preguntan si soy adicta al trabajo, no lo creo. De
lo que sí estoy segura es que me apasiona lo que hago, que me encanta el
trabajo con los niños y que, si yo tuviese la sapiencia necesaria, haría que
todos los niños aprendieran con facilidad, que les gustara estudiar, que
disfrutaran las diversiones que fueran edificantes, que valoraran a sus padres,
maestros, a las personas que están su alrededor y a las que no conocen, que
cuidaran la naturaleza.
Sobre todo degustaría
que las personas respetaran la diferencia, esto es, que fuesen amables con
aquéllos con los que no comparten gustos, intereses, funciones, habilidades,
capacidades.
Pero para eso se
tendría que rehacer la especie humana, esto es, en la historia se observa una
serie de atropellos, traiciones, guerras, actos perversos y por ello, la
existencia de los héroes, personas con una capacidad extraordinaria de entrega
a su especie.
Pero ya no hay
héroes, ahora solamente tenemos sujetos que conducen a las naciones hacia el
abismo del consumismo y la enajenación, que maniatan a los hombres en edad
productiva, que limitan sus habilidades por no proporcionar la oportunidad de
practicar y aplicar los conocimientos adquiridos.
Una compañera de
trabajo me dijo un día que a ella se le había olvidado el sistema braille, eso
es natural porque no lo utiliza. Cuando una tiene la necesidad de aplicar
los conocimientos, no se olvida lo aprendido. Lo mismo ocurre con los
hombres y mujeres desempleados.
Además, el
estado emocional de las personas que carecen de una actividad se deteriora,
llegando incluso, hasta cometer actos tan terribles como el sujeto que al ser
corrido de su trabajo mató a su familia y se suicidó. Esto lo leí hace
unos cuantos días.
A partir de ese
hecho, he reflexionado acerca de la ineficiencia del gobierno mexicano, que es
incapaz de proporcionar seguridad y estabilidad a los habitantes del país.
¿Acaso se pretende con esto combatir la sobrepoblación mexicana? ¿No
sería más adecuado poner en marcha campañas de control de la natalidad?
Para qué tantos homicidios, suicidios, viudas, huérfanos y familias
desintegradas.