Carolina, maestra de apoyo en la
escuela, da atención a los grados superiores pero, se dice, prefiere atender a
los pequeñitos de la escuela. Un día de
esta semana, cuando había concluido con la atención a los grupos que son su
obligación, pensó en ir a saludar a sus antiguos alumnos, los niños de 2º.
La emoción la invadió cuando, al pedir
permiso para entrar al salón, los niños se levantaron y la rodearon, la
rodearon y abrazaron. Después, Giovanni,
el niño sobresaliente, le mostró lo que estaban haciendo: un Diario.
Carolina, entusiasmada por la
belleza de las hojas engrapadas con dibujos en la portada, pidió al niño leyera
el contenido.
Así, cada uno de los niños fue
mostrando el cuadernillo adornado individualmente, cada uno de los alumnos leyó
lo que le parecía que había sido lo más importante del día: hubo quienes dieron
mayor importancia a sus juegos, a su comida, a los aprendizajes escolares, a la
convivencia familiar.
Como premio a todos ellos,
Carolina fue a su estante y sacó una bolsa con paletas y dijo a los niños:
--¿Recuerdan que el año pasado venía por algunos de ustedes?
--Sí—contestaron al unísono.
--Bueno, pues ahora vamos a hacer lo que hacíamos el año pasado.
Dirigióse a Verónica, una niñita inquieta
que no presenta problemas para aprender, pero que es sumamente afectuosa y le
dijo:
--Por favor, dale una a cada uno de tus compañeros.
Después, dirigió la actividad de
articulación con la paleta. Unos minutos
después, les invitó a disfrutar del dulce y ella, una vez más, se sintió
reconfortada y feliz de trabajar en la escuela.