domingo, 14 de noviembre de 2010

UNA HISTORIA DE VIDA.


  Eduviges tiene 39  años, su vida ha transitado contada clase de necesidades pues desde niña, fue abandonada por su padre y a los 12 años tuvo que unirse a un  muchacho de 20 para tener lo básico:  frijoles, maíz, chiles, un lugar habitable  y vestido para ella y su madre.
   Así comenzó la vida de Eduviges, sin alicientes y con la única ambición de sobrevivir a la miseria.   El lugar en el que se desarrolló esta historia es un municipio del estado de Hidalgo, lugar alejado y olvidado por los gobernantes y presidentes municipales.
   Pues entonces, la vida de una niña se transformó de inmediato, al llegar a la vida del joven que, por no estar en la ciudad, cometió estupro.  Al poco tiempo, ella dio a luz un niño al que llamó Alberto, después otro y otro y otro hasta llegar a nueve hijos.
   Por su parte, el hombre de la casa, fuerte y trabajador, se desempeñaba como músico, electricista, plomero, zapatero o lo que hiciera falta con tal de obtener dinero para mantener   su vasta, vastísima familia.  
   Un día, Rigoberto, el padre y cabeza de familia, se sintió enfermo, había perdido visión y acudió al médico.
--Es una enfermedad degenerativa.  No hay remedio, pronto quedará ciego.
   Y el día llegó cuando Rigoberto era un obre de 38 años, con nueve hijos, una esposa y su suegra, además de su madre y hermana.
   Al dejar de percibir la luz, los contornos, los contrastes, las formas, también dejó de percibir lo que ocurría a su alrededor, cerró sus oídos a las necesidades, alegrías, intereses e inquietudes de sus hijos y esposa.
   Ahora, Rigoberto no realiza actividad alguna, vegeta y espera la muerte que, mientras llega, le permite insultar, maltratar y ofender a su familia.