viernes, 4 de marzo de 2011

INSOMNIO.

 La mujer de 45 años, que en apariencia está tranquila, despertó sin tener una causa justificada pues había cumplido con la rutina.  
   Lorena había tenido  desde hacía un par de semanas, mayor carga de trabajo pues había llegado una nueva alumna cuyas características hacían temblar a los profesores de la primaria.
   La niña, a la que sus padres habían registrado con el nombre de Gema.
   Al caer la noche, Lorena hizo lo que era su costumbre, dio las buenas noches a su madre y se acostó; como es natural, el agotamiento la hizo caer en un sueño profundo, tan profundo que al despertar, un par de horas más tarde, no pudo recordar lo que había soñado, pero tenía dos ideas fijas:  Gema,--por la cual sentía una profunda simpatía y por otro lado, la preocupación por un proyecto personal que, estaba segura, no alcanzaría cumplir.

   Su pensamiento, lleno de inquietud, le impidió conciliar el sueño, trataba de convencerse de que lo mejor a esas horas, era dormir:  "Mañana será otro día y podré hacer las cosas que debo, necesito descansar", se decía una y otra vez, pero el silencio, primero, el tic-tac del reloj después, fueron cómplices de sus pensamientos.
   Por la mañana, temprano y sin sentir necesidad de dormir sino de quitar la obsesión de su mente, Lorena se dijo:”Debo estar tranquila"; Gema es importante y muy buena niña, me propongo  hacer que los profesores la valoren y la acepten.  Además, tenemos el apoyo de su mamá", "no es necesario que cumpla con mi proyecto, que al fin soy la misma de siempre".
   Lorena se dio un baño, con la mente y el cuerpo reanimados, se  arregló y salió a cumplir con su trabajo.