martes, 8 de noviembre de 2011

UNA NIÑA SIN DISCAPACIDAD EN UNA EDUCACIÓN PARA DISCAPACITADOS… ¡COMO PELÍCULA DE TERROR!




    Nació en un hospital pequeño de un municipio del Estado de México, es la menor de tres hijas y, por tanto, la consentida.   Su hermana mayor, Vanessa, tiene ya la mayoría de edad y un pequeño vástago, a quien llamó Eliot; su otra hermana, la de en medio, se llama Sharon,  es una adolescente  alegre y perseverante, sus problemas psicomotores se han ido superando poco a poco, pero sus habilidades cognitivas son más perezosas.   Cuando gracias a la intervención de las profesoras de aquella escuela.  Isabel se sentía satisfecha, había conseguido que su hija aprendiera a comer sola, a vestirse, a apoyar en las labores domésticas, a hablar y expresar sus deseos con  cierta claridad y, como retribución, llevaba a cabo tareas que a pocos padres o madres de familia les agradan: formaba parte de la asociación de padres de la escuela.
   Cuando Karen nació, su madre la esperaba con angustia, temía que las características de Sharon  se hicieran también presentes en Karen.  Además, le preocupó el futuro de Sharon y el de ella misma, del rol que cumplía como miembro de la agrupación escolar.    Su angustia se disipó cuando el médico dijo: “Felicidades, señora, su hija está en perfectas condiciones”, y la de la ocupación, también se desvaneció cuando la directora de la escuela le propuso que inscribiera a su nenita en el Plantel.
   Isabel, feliz, salía por las mañanas con sus dos hijas rumbo a la escuela; Sharon caminaba con dificultad,  lograba dar pasos cortos y titubeantes para introducirse en su salón y Karen era llevada con  la maestra que la esperaba para atenderla junto a los más pequeños de aquel centro educativo.  Mientras sus hijas recibían los apoyos, Isabel  iba ascendiendo en la escala de la asociación, le fascinaba reconocerse a sí misma como persona imprescindible, importante, emprendedora.
    Karen, que tiene un comportamiento similar al de una niña de dos años, llegará al 2012 con  6 años recién cumplidos y con un certificado de preescolar emitido en julio de 2011.  
   Karen ingresó a una primaria  del D.F., fue “integrada” por un centro que atiende a niños con discapacidad y, al parecer, crea discapacidad, pues presenta dificultades para comunicarse con los demás, no sabe dibujar, ni sigue instrucciones. 
   La maestra especialista que atenderá a la niña, en una entrevista con Isabel, preguntó:
--Señora, ¿Por qué Karen no fue a una escuela regular cuando tuvo edad de ingresar a preescolar?
--Porque esperaba que la integraran.
--Solamente se integra a los niños que tienen una discapacidad y ¿qué documentos médicos existen para decir que la niña presenta o no una discapacidad?
--Solamente nos piden un examen médico.
--Señora, ¿ustedes  permiten que la niña se exprese con palabras aisladas siendo que ya tiene edad para expresar ideas completas?
--Es que es muy tierna.  Nos hace gracia.
--¿Qué es lo que espera de Karen?
--Que logre hacer cosas por sí sola.
--¿Cómo le apoya para que lo consiga?
--No le pido que haga nada.
  
    La maestra se sintió abrumada, que la indignación y la vergüenza la inundaban.  La escuela y los padres de Karen se habían confabulado en contra del desarrollo de la niña.