jueves, 14 de marzo de 2013

KEVIN



 Todos son delgados, pero no por iniciativa propia, sino por hambre.  La familia está conformada por tres generaciones, la abuela, el padre, la tía, una prima y él.  Viven hacinados en una pequeña vivienda que, afortunadamente, es  de la mayor de la familia.  
   Kevin tiene problemas a su corta edad, uno de ellos es la comunicación, pues omite sonidos y habla atropelladamente, como si tuviera prisa por expresar sus deseos.   
   Hace unos meses, el niño de 6º. Grado,  tuvo un cambio repentino: acude bien arreglado a la escuela.  Esto se debe a la profesora que tiene,  ella se ha empeñado en hacerle saber que se ve muy bien si se arregla, si peina el  cabello, si llega con el uniforme limpio y si, además, se pone un poco de loción…  Kevin es feliz. 


   Kevin es feliz porque es inocente, es feliz porque su padre, hombre famélico y lastimero, enfermizo y miserable,  vive con él y demuestra su preocupación con el razonamiento que puede tener un hombre enfermo.   Rodolfo vende mazapanes, esos dulces de cacahuate que se deshacen en la boca, que son dulces y muy sabrosos…  Pero su vida dista mucho de ser como sus productos.
   Una no puede imaginar la historia que hay detrás de cada rostro, de cada sonrisa, de cada lágrima…  Hoy fue un día aleccionador,  ratifiqué que tengo un compromiso hacia los que están en mayor desventaja que yo, que afortunadamente tengo la posibilidad de invitar unos tacos a cambio de una sonrisa agradecida, de un beso en la mejilla, de una palmada en la espalda…
   Hoy llegó Rodolfo, el padre, comentó acerca de su enfermedad, de  sus trastornos  orgánicos, de infecciones en la piel, de vicios, de preocupaciones…  Yo no supe qué decir, estaba azorada, me sentí impotente para cambiar la realidad del menor  que es ignorado por los que habitan  la casa, a excepción de su padre.  
    Hay momentos en los que quisiera tener poder, mucho para poder  mejorar el porvenir de estos niños que, como "El niño yuntero", están destinados a la miseria y el hambre, pero por desgracia no poseo virtud alguna y mi más grande anhelo es que algún día, cuando sean mayores, recuerden con cariño a las profesoras que se preocuparon y fueron comprensivas, que los escucharon, que intentaron saciar su hambre de conocimientos, afecto,  que les guiaron en el conocimiento de sentimientos  positivos.