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miércoles, 10 de marzo de 2010
miércoles, 2 de diciembre de 2009
AVISO IMPORTANTE: TENEMOS UN NUEVO COLABORADOR
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Mientras buscaba una carpeta entre los documentos y libros que hay en la biblioteca familiar, Adriana encontró una carpeta blanca y empolvada en la parte inferior de un librero y pensó que sería la adecuada para uno de sus alumnos al que prometió obsequiarle una para iniciar en el manejo de carpetas.
Adriana tenía la intención de renovar el depósito de los materiales que estaban contenidos en ella y al abrirla y observar lo que contenía, pensó que el reproducir en su espacio el contenido de ella sería genial. Lo que la limitaba fue, como es de suponerse, la transcripción del texto, pero pensó que con escanear el contenido será suficiente.
La próxima entrega será de Carlos Cuevas Paralizábal, periodista mexicano que dedicó su vida a su pasión: escribir.
Carlos Cuevas Paralizábal nació el 10 de abril de 1933 en la ciudad de Campeche. Fue profesor de profesión pero gracias su inteligencia, buena redacción, intuición y espíritu investigador, consiguió ser uno de los periodistas y analistas políticos más relevantes en las décadas que van desde los 60s hasta pasado el tercer milenio.
Su creación bibliográfica se inició con la publicación del libro Maldito Delator, en el que relata la vida y la muerte de un preso en Lecumberri. A este libro, siguieron otros de corte político: Los acarreados, El cocinero presidencial, Sonríe, Señor presidente; La primera Dama; Los hijos del presidente; Reflexiones sobre la reforma política; La biografía de Puig Casaurán; y otro que fue publicado semanalmente en una revista y cuyo título no podemos precisar.
Murió, como la mayoría de los periodistas imparciales y justos: sin apoyo económico por parte de las empresas para las que trabajó, olvidado por los que lo habían rodeado y seguido en el ámbito laboral, pero con la familia cercana a él.
Así, pensó Adriana, haría un homenaje para el periodista ilustre que, de manera póstuma, colaborará en su espacio.
Mientras buscaba una carpeta entre los documentos y libros que hay en la biblioteca familiar, Adriana encontró una carpeta blanca y empolvada en la parte inferior de un librero y pensó que sería la adecuada para uno de sus alumnos al que prometió obsequiarle una para iniciar en el manejo de carpetas.
Adriana tenía la intención de renovar el depósito de los materiales que estaban contenidos en ella y al abrirla y observar lo que contenía, pensó que el reproducir en su espacio el contenido de ella sería genial. Lo que la limitaba fue, como es de suponerse, la transcripción del texto, pero pensó que con escanear el contenido será suficiente.
La próxima entrega será de Carlos Cuevas Paralizábal, periodista mexicano que dedicó su vida a su pasión: escribir.
Carlos Cuevas Paralizábal nació el 10 de abril de 1933 en la ciudad de Campeche. Fue profesor de profesión pero gracias su inteligencia, buena redacción, intuición y espíritu investigador, consiguió ser uno de los periodistas y analistas políticos más relevantes en las décadas que van desde los 60s hasta pasado el tercer milenio.
Su creación bibliográfica se inició con la publicación del libro Maldito Delator, en el que relata la vida y la muerte de un preso en Lecumberri. A este libro, siguieron otros de corte político: Los acarreados, El cocinero presidencial, Sonríe, Señor presidente; La primera Dama; Los hijos del presidente; Reflexiones sobre la reforma política; La biografía de Puig Casaurán; y otro que fue publicado semanalmente en una revista y cuyo título no podemos precisar.
Murió, como la mayoría de los periodistas imparciales y justos: sin apoyo económico por parte de las empresas para las que trabajó, olvidado por los que lo habían rodeado y seguido en el ámbito laboral, pero con la familia cercana a él.
Así, pensó Adriana, haría un homenaje para el periodista ilustre que, de manera póstuma, colaborará en su espacio.
jueves, 15 de octubre de 2009
EFICIENCIA EN LA SOLIDARIDAD
Arsenio Farell Cubillas -político austero, seco, ceñudo, directo, frontal y enérgico- rinde un informe de labores anuales con su impronta personal ante el Presidente José López Portillo. Ya su sapiencia y su vocabulario y su ademán magisteriales se mostraron en el sexenio pasado, ante los miembros de la Gran Comisión de la Cámara de Diputados, presidida ésta en ese tiempo por Carlos Sansores Pérez. Ahora, como director del Instituto Mexicano del
Seguro Social, Farell mantiene -lo cual resulta lógico en un funcionario de sus características doctrinarias y conductivas- su resolución, su capacidad decisoria, pero transluce el humanismo que se esconde tras el gesto severo. Para él, autocensor y crítico inconmovible “los servidores de la seguridad social estamos comprometidos con nuestros compatriotas-subraya- a volver ejemplar la realización de nuestras tareas. Mal podríamos responder -agrega- si no hacemos en estos momentos un esfuerzo por volver óptima nuestra productividad y por mantener intachable nuestra honestidad y eficiencia. Durante el próximo año hemos previsto acrecentar los cursos de capacitación interna para
mejorar la calidad administrativa y profesional: extender el sistema implantado en el área médica, para que todos los empleos de confianza de nivel directivo se logren mediante exámenes de oposición. Nos comprometemos públicamente a ello”. Enemigo del elogio, gratuito o interesado; inflexible en su línea administrativa y política, y sabedor de que estos tiempos críticos son compatibles con esos rasgos –otros caminos conducirían a una probable explosión de disconformidad conjuntada con la esterilidad y la desesperanza-Farrell preconiza honestidad y eficiencia -entendamos la primera como congruencia entre pensamiento y conducta y probidad en el manejo de los fondos públicos, y la segunda por rendimiento no declarativo, sino práctico, comprobable y traducible en beneficios para la colectividad. El objetivo propuesto por Farell es digno de evaluarse porque constituirá un precedente en la composición del aparato gubernamental: no más autoexaltaciones, no más amiguismos y compadrazgos, no más nepotismo, no más encubrimientos de ineptitudes o de irresponsabilidades -eficiencia en todos los casos ha demandado el Primer Mandatario, y esa calidad se apresta a otorgarla en mayor grado que hoy, el Seguro
Social, y no sólo al nivel de trabajadores sindicalizados, sino en el que comprende a los empleados de confianza, y que aparenta ser un coto de caza o una reservación exclusiva para la recomendación mágica o la consanguinidad política. En su exposición Farell precisa: “La estructura democrática del Instituto, la solidaridad que vincula a los empresarios y a los trabajadores con el Gobierno de México, se han preservado en forma constante. Pretendimos que las decisiones de los órganos directivos se originaran en la unanimidad
y en el convencimiento común, y puedo expresar a usted que se ha logrado. Buena parte de nuestro esfuerzo se encauzó a la urgente tarea de ordenar el aparato administrativo y consolidar así una organización más funcional y equilibrada, que nos permitiera actuar con un grado mayor de eficacia”. La democracia, en su acepción cabal, no se reduce al acto comicial o al renuevo de los gobernantes, sino debe ser un comportamiento cotidiano en todas las organizaciones y organismos, y desde el IMSS y en el IMSS se practica esa actitud política como valor conservable y acrecentable, jamás plenamente alcanzado y siempre amagado por toda suerte de acechanzas. En la parte final de su informe Farell -seguro, cierto, confiado, optimista en la potencialidad del mexicano- dice al Presidente: “Con entera confianza podemos hacer frente a los retos y a las responsabilidades del próximo año y poner en práctica sistemas e instrumentos que respondan, eficiente y justamente, a los planteamientos de la población derechohabiente. Intentamos, en suma, ahondar y extender el régimen de la seguridad social, porque confiamos en los valores de nuestra sociedad y en su gran anhelo de progreso... esté usted seguro, señor Presidente, que habremos de mantener limpia y en orden nuestra casa y que en la unidad, los trabajadores de esta institución, laboraremos para cumplir nuestra responsabilidad y así contribuir, solidariamente, a la construcción del país a que todos aspiramos”. Mensaje firme, sin quebrantos, sin quejas, sin ayes, sin súplicas y sin titubeos; optimista, sin denuncias de nubarrones, sin exposiciones de problemas aterradores y sin pesimismos, y humanista, porque se entiende con justeza que el IMSS nació y se mantiene como institución de servicio y como contribuyente a la edificación de una colectividad en la que impere la auténtica justicia social. Farell demostró, en suma, ser un confiable colaborador presidencial dentro de un gabinete democrático -en éste hay libertad para adoptar decisiones y ejercitar la imaginación y aplicarla con sensatez, como lo comprueban las innovaciones introducidas en la administración del IMSS.*
* Reproducción del artículo publicado en el Universal Gráfico del 20 de diciembre de 1977, por el señor Carlos Cuevas Paralizabal.
AUDIO
Seguro Social, Farell mantiene -lo cual resulta lógico en un funcionario de sus características doctrinarias y conductivas- su resolución, su capacidad decisoria, pero transluce el humanismo que se esconde tras el gesto severo. Para él, autocensor y crítico inconmovible “los servidores de la seguridad social estamos comprometidos con nuestros compatriotas-subraya- a volver ejemplar la realización de nuestras tareas. Mal podríamos responder -agrega- si no hacemos en estos momentos un esfuerzo por volver óptima nuestra productividad y por mantener intachable nuestra honestidad y eficiencia. Durante el próximo año hemos previsto acrecentar los cursos de capacitación interna para
mejorar la calidad administrativa y profesional: extender el sistema implantado en el área médica, para que todos los empleos de confianza de nivel directivo se logren mediante exámenes de oposición. Nos comprometemos públicamente a ello”. Enemigo del elogio, gratuito o interesado; inflexible en su línea administrativa y política, y sabedor de que estos tiempos críticos son compatibles con esos rasgos –otros caminos conducirían a una probable explosión de disconformidad conjuntada con la esterilidad y la desesperanza-Farrell preconiza honestidad y eficiencia -entendamos la primera como congruencia entre pensamiento y conducta y probidad en el manejo de los fondos públicos, y la segunda por rendimiento no declarativo, sino práctico, comprobable y traducible en beneficios para la colectividad. El objetivo propuesto por Farell es digno de evaluarse porque constituirá un precedente en la composición del aparato gubernamental: no más autoexaltaciones, no más amiguismos y compadrazgos, no más nepotismo, no más encubrimientos de ineptitudes o de irresponsabilidades -eficiencia en todos los casos ha demandado el Primer Mandatario, y esa calidad se apresta a otorgarla en mayor grado que hoy, el Seguro
Social, y no sólo al nivel de trabajadores sindicalizados, sino en el que comprende a los empleados de confianza, y que aparenta ser un coto de caza o una reservación exclusiva para la recomendación mágica o la consanguinidad política. En su exposición Farell precisa: “La estructura democrática del Instituto, la solidaridad que vincula a los empresarios y a los trabajadores con el Gobierno de México, se han preservado en forma constante. Pretendimos que las decisiones de los órganos directivos se originaran en la unanimidad
y en el convencimiento común, y puedo expresar a usted que se ha logrado. Buena parte de nuestro esfuerzo se encauzó a la urgente tarea de ordenar el aparato administrativo y consolidar así una organización más funcional y equilibrada, que nos permitiera actuar con un grado mayor de eficacia”. La democracia, en su acepción cabal, no se reduce al acto comicial o al renuevo de los gobernantes, sino debe ser un comportamiento cotidiano en todas las organizaciones y organismos, y desde el IMSS y en el IMSS se practica esa actitud política como valor conservable y acrecentable, jamás plenamente alcanzado y siempre amagado por toda suerte de acechanzas. En la parte final de su informe Farell -seguro, cierto, confiado, optimista en la potencialidad del mexicano- dice al Presidente: “Con entera confianza podemos hacer frente a los retos y a las responsabilidades del próximo año y poner en práctica sistemas e instrumentos que respondan, eficiente y justamente, a los planteamientos de la población derechohabiente. Intentamos, en suma, ahondar y extender el régimen de la seguridad social, porque confiamos en los valores de nuestra sociedad y en su gran anhelo de progreso... esté usted seguro, señor Presidente, que habremos de mantener limpia y en orden nuestra casa y que en la unidad, los trabajadores de esta institución, laboraremos para cumplir nuestra responsabilidad y así contribuir, solidariamente, a la construcción del país a que todos aspiramos”. Mensaje firme, sin quebrantos, sin quejas, sin ayes, sin súplicas y sin titubeos; optimista, sin denuncias de nubarrones, sin exposiciones de problemas aterradores y sin pesimismos, y humanista, porque se entiende con justeza que el IMSS nació y se mantiene como institución de servicio y como contribuyente a la edificación de una colectividad en la que impere la auténtica justicia social. Farell demostró, en suma, ser un confiable colaborador presidencial dentro de un gabinete democrático -en éste hay libertad para adoptar decisiones y ejercitar la imaginación y aplicarla con sensatez, como lo comprueban las innovaciones introducidas en la administración del IMSS.*
* Reproducción del artículo publicado en el Universal Gráfico del 20 de diciembre de 1977, por el señor Carlos Cuevas Paralizabal.
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